La Santa Cena es un memorial de la muerte de Jesucristo, del que participan los que están en comunión con Dios y su pueblo.
Representa la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, con el propósito de llegar a la unidad de la fe. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:42-46).
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17).
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:5-7).
La noche en que fue entregado, el Señor celebró la pascua con los apóstoles, después de lo cual instituyó la cena o partimiento del pan. “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta Copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19-20).
Pablo instruyó a la Iglesia sobre cómo observarla: “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo de Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos no seríamos juzgados; más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa para que no os reunáis para juicio” (1 Corintios 11:27-34).
Así fue instituido el uso del pan y del fruto de la vid, los cuales se toman literalmente, como emblema del cuerpo partido y de su sangre derramada. Hay también un significado espiritual y una bendición al participar de la cena, la cual es en memoria de su muerte hasta que Él venga, y constituye la confesión de que todos los que participamos de ella somos un cuerpo.